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sábado, 29 de mayo de 2010

Enrique Serna, “Uno soñaba que era rey”

“Uno soñaba que era rey”, de Enrique Serna
Por Javier Munguía | Críticas | 27.05.10

Uno soñaba que era rey. Enrique Serna
Seix Barral (México,2009)

En 1958, Carlos Fuentes (nacido en Panamá en 1928 y nacionalizado mexicano) publicó su primera novela, La región más transparente, una ambiciosa y extensa narración que, a la vanguardia de la narrativa hispanoamericana por el uso de técnicas novedosas como la fragmentación y el monólogo interior, aspiraba a ser un fresco de la Ciudad de México. La ingente cantidad de personajes de todos los estratos sociales pretendía representar una sociedad caótica, en plena expansión, plagada de injusticias y contradicciones. El mundo autóctono, con su visión sobrenatural de la vida, también tiene lugar en el libro, que gracias a ello y sin perder crudeza ni asidero en la vida pedestre, rebasa lo que es llamado, a falta de mejor nombre, “realismo”.

Este gran proyecto, digno sin duda de aplauso, adolece de excesos. Por ejemplo: los personajes con cierta importancia son tan numerosos que el lector difícilmente puede seguirlos a todos, mucho menos involucrarse a profundidad con sus dramas y tribulaciones. Pero la mayor falla de la novela está en su lenguaje. A pesar de que Fuentes maneja con soltura varios registros lingüísticos, con frecuencia se cuela en ellos la voz autoral, que, en vez de dejar al lector la grata tarea de glosar los episodios que lee, se torna juez y nos atiborra con opiniones sobre todo lo existente. Además, la retórica, uno de los peores defectos de Fuentes como narrador, se impone en esta obra, de modo que la infla sin necesidad y vuelve pesada la lectura. En dicha retórica está la clave de que, leída en este siglo XXI, la novela parezca cosa vieja, afectada flor de antaño.

Enrique Serna (Foto: Autor anónimo / CNL-INBA)

Enrique Serna (México, 1959) parece haber aprendido del descalabro de Fuentes al plantearse un proyecto similar al de su compatriota, que daría lugar a la novela Uno soñaba que era rey, publicada por primera vez en 1989 y reeditada recientemente por Seix Barral. El libro también aspira a ser un fresco de la Ciudad de México, pero esta vez esculpido con instrumentos más modestos en apariencia, pero mucho más precisos. En vez de emular a Fuentes emulando a Balzac en su designio de competir en la ficción con el registro civil, Serna realiza una cuidadosa selección de personajes representativos de la sociedad que disecciona: un niño pobre y drogadicto, un millonario, una humilde mujer frustrada, un ex revolucionario que se pudre en vida trabajando para sus peores enemigos, un rastrero empleado de un cine, una anciana moribunda y un niño rico son los personajes principales. A lo largo de la novela, todos ellos resultan relacionados de alguna u otra manera y su participación es necesaria para el desarrollo de la trama. Alrededor de estos personajes está un grupo no demasiado extenso de secundarios que refuerza las caracterizaciones de los protagonistas, así como sus conflictos.

Cada capítulo corresponde, por lo general, a la perspectiva de uno de los personajes principales. Estas perspectivas no aspiran a agotar los arquetipos de una sociedad, sino que, de forma implícita o explícita, chocan entre ellas, con lo cual generan tensión e interés. Los recursos de los que se vale Serna, alumno avezado de Manuel Puig, son diversos: supuesta transcripción de grabaciones y programas de radio, estructura de guión cinematográfico, capítulos construidos en forma de diálogos cruzados, episodios donde los delirios más disparatados se consignan como si en verdad ocurrieran. A pesar de esta variada demostración de virtuosismo formal, Serna no olvida que su misión es contar una historia que le estalle en la cara al lector, dejando al descubierto sus tremendas flaquezas, sus locos sueños, sus dolores mejor guardados. Quizá sea esta combinación entre vocación de narrar y al mismo tiempo curiosidad por nuevas o poco frecuentadas formas de hacerlo lo que explica la importancia de Serna para la literatura mexicana en particular y latinoamericana en general.

El libro adopta distintos lenguajes según el personaje en turno y no hay en ellos intervención visible de su autor. Si bien se nota la diferencia entre un registro lingüístico y otro, la prosa siempre es fluida, sin afectaciones que, además de volverla lenta, la marcarían con fecha de caducidad. En el episodio estructurado en forma de guión cinematográfico, que delata su naturaleza de ficción, es visible un postulado que antes hicieron suyo Cervantes, Unamuno, Pirandello y Donoso, entre muchos otros, y que después sería retomado por Quentin Tarantino en la historia de Natural Born Killers: no afecta al pacto ficcional, a la ilusión de realidad, que la ficción se muestre como tal, exhibiendo sus costuras, siempre y cuando exista una historia y unos personajes profundos, capaces de despertar inquietudes, emociones e ideas en el lector.

Uno soñaba que era rey tiene como centro uno de los temas principales de Enrique Serna: la frustración. Desde Señorita México (1987) hasta Fruta verde (2006), la obra de Serna es la crónica de cómo se frustran sus personajes, cómo nunca llegan a ser la idea que de ellos mismos tienen o no desarrollan todos sus potenciales por miedo o ambición, entre otras razones. En Uno soñaba que era rey nadie es feliz, todos están envueltos en sus propias farsas, tanto los ricos como los pobres. La soledad, la insatisfacción sexual y la falta de convicción son algunos de los males que afectan a estos seres ficticios que, si bien son tratados con dureza por su autor y constituyen la materia prima de su demoledora crítica social, nunca se vuelven caricaturas, de modo que conservan su verosimilitud y su capacidad de persuasión.

Como en otros libros de Serna (Las caricaturas me hacen llorar, Fruta verde), en esta novela el título se desprende de la letra de una canción: “Uno soñaba que era rey” es un verso de la canción “Los cochinitos dormilones”, del célebre compositor mexicano Francisco Gabilondo Soler “Cri Cri”. Los tres cerdos protagonistas son caracterizados en el tema musical a través de la relación establecida con su madre: mientras que dos de ellos no la recuerdan en sus sueños (uno sueña ser rey y el otro vivir una gran aventura), el más pequeño sueña con trabajar para aliviar sus faenas. En la novela, el título alude en primer término a las locas fantasías con que uno de sus protagonistas, el niño adicto al cemento, se defiende de la ausencia del padre y de la indiferencia de la madre. En un sentido más amplio, dicho título se refiere también a las aspiraciones rotas del resto de los protagonistas, cuyas vidas están signadas por la relación con sus padres.

Uno soñaba que era rey, es, pues, un eficaz mural de la Ciudad de México, con sus tremendos extremos y desigualdades; pero es sobre todo un retablo de personajes escrutados por la angustia, cuyo valor literario va mucho más allá de la ciudad imaginaria que los cobija.

Javier Munguía
http://javiermunguia.blogspot.com