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sábado, 15 de mayo de 2010

El retorno de la mística


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El retorno de la mística

Teología. La mística se ha convertido hoy en uno de los centros de interés de las investigaciones sobre las religiones, quizá desde la convicción de que, como afirmara Bergson, es la quintaesencia de la religión. De su estudio se ocupan las más plurales disciplinas: psicología de la religión, antropología religiosa, filosofía de la religión, fenomenología de la religión, ciencias del cerebro, estética, filología, teología. Y lo hacen fuera de los claustros y de los espacios confesionales, en ámbitos académicos laicos, sin intención apologética, pero tampoco iconoclasta. Las nuevas investigaciones quiebran la imagen beatífica y evasiva de los místicos y muestran su carácter políticamente incorrecto, religiosamente subversivo y teológicamente creativo. Es el caso de Dionisio Areopagita o Pseudo-Dionisio (de finales del siglo V y principios del VI de la era común), cuyo mundo intelectual fue configurado por el encuentro entre la filosofía griega en su versión neoplatónica, el cristianismo en su vertiente gnóstica, la sabiduría hindú y la filosofía buddhista. Él es el iniciador, la máxima autoridad y el principal referente de la teología negativa. Su influencia se ha dejado sentir en la mística cristiana de todos los tiempos, especialmente en el maestro de espiritualidad Eckhart, el teólogo Nicolás de Cusa, el místico Juan de la Cruz y el científico Giordano Bruno. Dionisio Areopagita, la tiniebla es Luz, de María Toscano y Germán Ancochea, ofrece un estudio riguroso de la personalidad, escritos y pensamiento del teólogo místico. El núcleo de la experiencia cumbre de Pseudo-Dionisio es la Tiniebla Luminosa. Dios es Luz infinita pero incomprensible, Luz que está presente en la Oscuridad. La única posibilidad de conocimiento de Dios es la agnosia, el no-conocimiento. De Dios sabemos lo que no es, más que lo que es. El conocimiento místico no es irracional, pero trasciende la razón. Hildegarda de Bingen (1098- 1179) es otra de las místicas cristianas mayores, cuyas obras son hoy objeto de numerosos estudios interdisciplinares. En Hildegarda de Bingen. Una vida entre la genialidad y la fe, Christian Feldmann ofrece una excelente biografía, en la que destaca su rica personalidad como visionaria, profetisa, abadesa de dos monasterios benedictinos, teóloga, poeta, cosmóloga, boticaria, científica, miniaturista y música. Hildegarda mantuvo una intensa correspondencia con teólogos, filósofos, obispos, reyes, papas, y ejerció una influencia decisiva en la vida política y religiosa a lo largo de todo el siglo XII. Ella, sin embargo, se consideraba sólo "un débil sonido de trombón", un "sencillo ser humano" o "una plumita sujeta de Dios". Los dardos de su crítica se dirigieron contra el nepotismo de los papas, la desmesurada apetencia de poder y el amor idolátrico al dinero de los obispos. Osó llamar "azor de rapiña" al obispo de Colonia. Tres son las obras mayores de Hildegarda, que la convi erten en la teóloga más relevante del siglo XII y la de mayor reconocimiento en el pensamiento cristiano hasta la publicación de la Summa Theologica, de Tomás de Aquino: Scivias. Conoce los caminos (Trotta, Madrid, 1999), Libro de los merecimientos de la vida y Libro de las Obras Divinas. Esta última, editada recientemente por Herder, es un tratado de cosmología en el que traza la topografía de la salvación y la condenación, las edades del mundo y una historia de las grandes manifestaciones divinas. Visionaria del Cristo cósmico, "anticipa el emotivo intento de Teilhard de Chardin de reconciliar el amor al cielo y la fidelidad a la tierra", según la certera observación de su biógrafa Feldmann. Místicos y místicas ha habido y hay en todas las religiones e incluso en las espiritualidades laicas. Nos lo recuerda y muestra Javier Melloni en Voces de la mística. Invitación a la contemplación (Herder), excelente y cuidada selección de 33 testimonios de las distintas tradiciones religiosas y filosóficas de todos los tiempos, desde Lao Tse (siglos VI-IV antes de Cristo) hasta Carlos Castaneda (1926-1998), siguiendo un orden cronológico, que ayuda a contextualizar cada uno de los textos.

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